domingo, 16 de septiembre de 2018

NO SOY DIGNO

Lc 7, 1-10
En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de exponer todas sus enseñanzas al pueblo, entró en Cafarnaún.
Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, el centurión le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese a curar a su criado. Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: «Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestra gente y nos ha construido la sinagoga».
Jesús se puso en camino con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes; porque no soy digno de que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir a ti personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque también yo soy un hombre sometido a una autoridad y con soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; y a mi criado: "Haz esto", y lo hace».
Al oír esto, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: «Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe».
Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.

JESÚS SE PUSO EN CAMINO CON ELLOS
Hoy el evangelio nos habla del criado del centurión, que estaba enfermo y de cómo lo curó Jesús. Cuando iba a curarlo Jesús se puso en camino con ellos.
Y es que Jesús camina con nosotros, se pone en camino con nosotros y nos acompaña en todo momento de nuestra vida, aunque no lo sepamos ni lo notemos especialmente.
No nos abandona, está y está siempre. Como amigo fiel, como Dios paciente y eternamente amante de nosotros, sus hijos. 


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