sábado, 8 de septiembre de 2018

XXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Mc 7, 31-37
En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos.
Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua.
Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá», (esto es: «ábrete»).
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente.
Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos.
Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

EFFETÁ
Effetá es una palabra hebrea que quiere decir "Ábrete". Y eso fue lo que Jesús le dijo al sordomudo para que se abrieran sus sentidos. El Antiguo Testamento por Isaías ya profetizaba este abrir de los sentidos y una agua que colmaría nuestra sed.
Quizá nos falta muchas veces abrir los sentidos a la fe en Jesús que, como nos dice Santiago, no hace acepción de personas, puesto que para Él todos somos igual de amados. Lo que Él mira es el corazón de cada cual.
Y ahí, en nuestro interior, debemos asombrarnos como los contemporáneos de Jesús ante sus milagros, y reconocer que "todo lo ha hecho bien". Procuremos nosotros hacerlo todo bien; así el Señor, como cantamos en el salmo de hoy, reinará eternamente. 


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