miércoles, 10 de octubre de 2018

PRÉSTAME TRES PANES

 Lc 11, 5-13
En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos: «Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice:
"Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle"; y, desde dentro, aquel le responde:
"No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos"; os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues yo os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre.
¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?»

DURANTE LA MEDIANOCHE
En el evangelio de hoy se nos habla del que va a medianoche a casa de un amigo a pedirle tres panes. ¿Quién de nosotros se lo daría? ¿O incluso se levantaría a abrir?
En cuanto llega la noche, cerramos la puerta. En cuanto llega la noche a nuestro interior, cerramos el corazón a los demás, cuando debería ser al revés para ser nosotros mismos.
No cerremos la puerta a todo aquel que llame a ella. No cerremos la puerta a la caridad, la misericordia y la compasión hacia el prójimo. Aunque sea medianoche. 


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