sábado, 20 de octubre de 2018

XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Mc 10, 35-45
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: «Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir».
Les preguntó: «¿Qué queréis que haga por vosotros?».
Contestaron: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda».
Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís, ¿podéis beber el cáliz que yo he de beber, o bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?».
Contestaron: «Podemos».
Jesús les dijo: «El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y seréis bautizados con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado».
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.
Jesús, llamándolos, les dijo: «Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos».

HA VENIDO A SERVIR
Jesús vino a servir, no a ser servido. Ya en el Antiguo Testamento Isaías le llama siervo cientos de años antes de que Jesús naciera. 
Siendo siervos, como Él, haciendo de nuestra vida un servicio, como Él, su  misericordia llegará a nosotros, como nos dice hoy el Salmo de la liturgia dominical.
La Carta a los Hebreos nos enseña a un Jesús, Sumo sacerdote, ofreciéndose por nosotros el cual nos hace llegar su auxilio oportuno, así pondremos el servicio a los demás como uno de los pilares de nuestra vida cristiana. 


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