domingo, 7 de octubre de 2018

XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Mc 10, 2-16
En aquel tiempo, acercándose unos fariseos, preguntaban a Jesús para ponerlo a prueba: «¿Le es lícito al hombre repudiar a su mujer?»
Él les replicó: «¿Qué os ha mandado Moisés?».
Contestaron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla».
Jesús les dijo: «Por la dureza de vuestro corazón dejó escrito Moisés este precepto. Pero al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.
De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».
En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo.
Él les dijo: «Si uno se repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio».
Acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos los regañaban.
Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis, pues de los que son como ellos es el reino de Dios. En verdad os digo que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él».
Y tomándolos en brazos los bendecía imponiéndoles las manos.

DEJAD QUE LOS NIÑOS SE ACERQUEN A MÍ
El corazón de Jesús no podía estar ajeno a la inocencia de los niños. Por eso quería que se le acercasen. La Bondad de Dios conecta con el alma blanca de los pequeños.
Los niños son una bendición, estén donde estén. Por eso en el salmo de hoy hay un deseo: "que veas a los hijos de tus hijos", expresado como la mayor de las alegría que puede tener una persona.
Seamos como niños, para poder acercarnos a Jesús, que no se avergüenza de llamarnos hermanos, como dice la Carta a los Hebreos, y estar más cerca de su Corazón. Allí permaneceremos en su Amor. 


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