viernes, 9 de noviembre de 2018

EN TRES DÍAS

Jn 2, 13-22
Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:
«Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre».

Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora».

Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?»

Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré».

Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»

Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y creyeron a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.


¿QUÉ SIGNOS NOS MUESTRAS?

No nos debe extrañar que las personas que no creen nos pidan signos, evidencias incontestables de la existencia de Dios, de la fe, de los dogmas...

Pero eso ya lo hicieron en tiempos de Jesús sus contemporáneos. Todos exigen signos porque vivimos en la época de lo visible, lo tangible, lo que se puede comprobar científicamente. Si no es así, no existe, nos dicen ellos.

La fe es confianza, la fe es esperanza, la fe es creer en Aquel que dio la vida por nosotros y que no ofreció más signo que el de la Resurrección. 



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