sábado, 10 de noviembre de 2018

XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 Mc 12, 38-44
En aquel tiempo, Jesús, instruyendo al gentío, les decía:
«¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas y aparentan hacer largas oraciones. Esos recibirán una condenación más rigurosa».
Estando Jesús sentado enfrente del tesoro del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban mucho; se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es decir, un cuadrante.
Llamando a sus discípulos, les dijo:
«En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».

DOS MONEDILLAS
La viuda pobre del evangelio echó dos monedillas en el tesoro del Templo y Jesús dijo que fue la que más echó. Y es que no depende de cuánto se eche, sino de lo que represente para ti esa ayuda que haces.
Como el trozo de pan y el poco de agua que el profeta Elías le pidió a otra viuda. Ella se lo dio y no faltó ni aceite ni harina. Y es que Dios siempre está atento a la generosidad, al amor y la entrega hasta el extremo. Lo que des volverá a ti multiplicado por cien.
Como nos dice el Salmo de hoy, el Señor mantiene su fidelidad perpetuamente. Y en eso debemos poner nuestra esperanza, ya que Dios es el único que conoce cuáles son nuestras dos monedillas que ponemos al servicio de los demás.


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