lunes, 11 de julio de 2016

NO HE VENIDO A SEMBRAR PAZ

Mt 10, 34-11, 1

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espada. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa.
El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mi; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mi no es digno de mi; y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mi, la encontrará.
El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de justo.
El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa».
Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.


EL QUE OS RECIBE A VOSOTROS, ME RECIBE A MÍ


El evangelio de hoy es de tanta riqueza espiritual que deberíamos meditarlo poco a poco y frase a frase. Una de ellas es la que encabeza este comentario. 

En ella Jesús viene a decir que somos Él, que somos embajadores suyos, que actuamos en su nombre,,, Esto debería llenarnos, por una parte, de orgullo sano y, de otra, de responsabilidad.

El que nos vea o nos oiga, el que nos recibe, lo recibe a Él. Correspondamos a esa misión comprometidos hasta el final. Como dijo san Agustín, "no somos cristianos; somos Cristo". 



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