jueves, 11 de enero de 2018

LES PROPONÍA LA PALABRA

Mc 2, 1-12
Cuando a los pocos días entró Jesús en Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Y les proponía la palabra.
Y vinieron trayéndole un paralítico llevado entre cuatro y, como no podían presentárselo por el gentío, levantaron la techumbre encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralítico: «Hijo, tus pecados quedan perdonados».
Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: «¿Por qué habla este así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo uno, Dios?».
Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo: «¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico "tus pecados te son perdonados" o decir: "Levántate, coge la camilla y echa a andar"?
Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados-dice al paralítico-: ”Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa” ».
Se levantó, cogió inmediatamente la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto una cosa igual».

ECHA A ANDAR
Esto fue lo que le dijo Jesús al paralítico después de curarlo. Y es que, cuando nos pasa algo extraordinario, no debemos quedarnos "dormidos en los laureles", sino echar a andar.
Sigamos, sigamos adelante. Los dones de Dios no deben quedar ocultos y al recibirlos debemos hacer partícipes de ellos a nuestros prójimos.
Haciendo comunidad, sintiendo juntos, echemos a andar. Así comunicaremos alegría y sencillez, ternura y profundidad. ¡Echemos a andar!


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