viernes, 6 de abril de 2018

SÁBADO DE LA OCTAVA DE PASCUA

Mc 16, 9-15

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando. Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.

Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando al campo. También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.

Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.

Y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».


LES ECHÓ EN CARA SU INCREDULIDAD

En una de las ocasiones en que se apareció Jesús a los apóstoles después de resucitar les echó en cara que no hubieran creído en los testimonios de las personas que se lo habían contado.

Creer, creer en Jesús, creer en su Palabra. Creer los testimonios de los que le vieron resucitado. Creer en su Amor y en su Misericordia. 

Si Jesús se encontrase con nosotros, ¿nos echaría en cara nuestra incredulidad? 



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