domingo, 1 de abril de 2018

LUNES DE LA OCTAVA DE PASCUA

Mt 28, 8-15
 
En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos.
 
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos».
 
Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él.
 
Jesús les dijo: «No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».
 
Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles:
 
«Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros.»
 
Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

¡ALEGRAOS!

Al resucitar Jesús, la primera vez que se encontró con los discípulos, su primera palabra fue: "Alegraos". ¿No es significativo?

La alegría debe ser una característica de los cristianos. Recibimos la mejor noticia de la historia de la humanidad: Dios se hizo hombre. Por nosotros. Y se entregó y murió. Por nosotros. Y resucitó. Por nosotros.

También nosotros tenemos que resucitar, a diario, con alegría, sencillamente y con amor a todo lo que signifique muerte en nuestra vida. ¡Contagiemos la alegría de la Resurrección!




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