miércoles, 21 de diciembre de 2016

BENDITO EL FRUTO DE TU VIENTRE

Lc 1, 39-45

En aquellos días, María se levantó y se puso en camino deprisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».


¡OH SOL QUE NACES DE LO ALTO!


El día de nuestra salvación se acerca. María estaría en esa dulce espera, bendita ella entre las mujeres, como dice hoy el evangelio, pero también bendito el fruto de su vientre.

Ese bendito fruto, Sol que nos alumbra, que nos da calor y alienta en nuestras luchas. Luz de Luz, Dios de Dios, que nace de lo alto y que nace de una virgen hebrea. 

Él es el verdadero Sol de justicia, que viene a iluminar nuestras vidas y  nuestros corazones, que nos lleva a la verdadera luz y nos libra de las tinieblas.

¡Oh Sol que naces de lo alto, Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte!



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