sábado, 17 de diciembre de 2016

IV DOMINGO DE ADVIENTO

Mt 1, 18-24

La generación de Jesucristo fue de esta manera:
María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
«José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros"».
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.


¡OH, ADONAI, PASTOR DE LA CASA DE ISRAEL!


Siguiendo con la riqueza de la liturgia de estos días previos a la Natividad de Jesús, hoy nos ofrece la Antífona de la Oh con la que comienza este comentario.

Adonai es una palabra hebrea que significa " mi Señor". Y es que Él es nuestro Señor, como así lo vivió María, que hoy entra de lleno como protagonista del pasaje del evangelio. Para María, Jesús fue su hijo, pero también su Señor.

Señor de cielo y tierra, Señor de mi vida, al cual obedecen los vientos y el mar... y ha querido quedarse con nosotros, siendo el Emmanuel, mi Señor.

¡Oh, Adonai, Pastor de la casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley, ven a librarnos con el poder de tu brazo!



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