viernes, 29 de diciembre de 2017

SÁBADO DE LA OCTAVA DE NAVIDAD

Lc 2, 36-40
En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, Jesús y sus padres se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.


HABLABA DEL NIÑO

Hoy el evangelio nos habla de Ana, la profetisa que hablaba del niño a todos, ese niño que ha nacido para nuestro bien.

Los niños son tiernos, de corazón blanco y no nos cuesta acercarnos a ellos. Por eso Jesús vino como niño, para que no tuviéramos temor a acercarnos a Él. 

De Él también deberíamos hablar nosotros a todos, a tiempo y a destiempo, contando sus maravillas y hablando de su infinita misericordia a todo aquel que pudiera oírnos.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.