lunes, 4 de diciembre de 2017

VOY YO A CURARLO

Mt 8, 5-11
En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole: «Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho».
Le contestó: «Voy yo a curarlo».
Pero el centurión le replicó: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace».
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos».

JESÚS QUEDÓ ADMIRADO
Ante el centurión de Cafarnaúm Jesús se admiró por la fe tan grande que tenía. Y grande debía ser para admirar a Jesús.
¿Nosotros tenemos una fe tan grande como para que Jesús nos alabara por ello? ¿Tenemos una fe tan grande como para mover montañas?
Creamos, aunque vayamos contra corriente. Creamos contra toda esperanza. Creamos y movamos montañas. Creamos y movamos corazones. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.